martes, 7 de abril de 2015

OFTALMOLOGÍA PEDIÁTRICA: PREVENCIÓN



El ojo no deja de ser un terminal mejor o peor enfocado, más o menos transparente, alineado adecuadamente o no con el ojo contralateral. Pero, donde se integra la información, donde realmente “vemos”, es a nivel del cerebro y por tanto es a éste al que tiene que llegar la información correctamente. 


Aprendemos a ver, desarrollamos la agudeza visual que vamos a tener en la edad adulta, hasta los 9-10 años. De ahí la importancia de ésta primera etapa de nuestra vida, ya que va a condicionar nuestro futuro tanto personal como profesional. Varios son los motivos por los que el desarrollo visual puede ser alterado.

Para no extendernos mucho, 3 son las causas principales:

- Desenfoque: Defectos refractivos bien bilaterales, sin son elevados o que afecten sólo a un ojo y pasen desapercibidos.

- Falta de transparencia de los medios ópticos: cataratas congénitas, malformaciones congénitas que afecten a la pupila o a la retina (colobomas), cicatrices, etc.

- Falta de alineamiento de los ejes visuales: estrabismos y/o paresias congénitas musculares.

Todos ellos, por un mecanismo u otro, producen una respuesta anómala, dada la plasticidad del cerebro del niño: la supresión de la imagen desenfocada.

Ejemplo: Un niño con estrabismo. Su cerebro recibe simultáneamente 2 imágenes y eso produce visión doble (diplopia) y confusión. La respuesta es "anular" el centro de la imagen del ojo estrábico (escotoma de supresión). Algo así como hacen en televisión con la cara de un niño, la emborronan. Pasa lo mismo en un niño con un defecto de graduación más elevado en un ojo que en otro; se queda con la mejor y anula la otra. Y así con el resto de las anomalías.


Este "escotoma de supresión" es la causa del llamado "ojo vago" que no es otra cosa que un ojo que no ve, por un defecto de aprendizaje.


Tendemos a pensar que, si no notamos nada a nuestros niños pequeños o no nos avisan del colegio por notar algo raro y además con el encomiable trabajo de los pediatras que también controlan la visión de los niños, no es necesario llevarlos a un oftalmólogo hasta que son "más mayores". Es un error comprensible, pero no deja de ser un error. A veces, cuando el problema da síntomas, ya es tarde para remediarlo y hoy en día, con los medios de que disponemos, no es justificable que un niño nos quede con una deficiencia visual incorregible y que puede condicionar su vida futura.

Otro error es confundir dioptrías con agudeza visual. Las dioptrías se pueden corregir con diferentes medios (gafas, LC, cirugía), pero si es vago y no ve más que las primera letras, hagamos los que hagamos (pasados los 10 años por término medio), no va a pasar de esa visión, en tanto que hay niños con defectos elevados que han sido tratados a tiempo y con su corrección llegan a ver el 100%, o sea, la última fila de letras.

En conclusión: los niños por muy pequeños que sean, si se les nota algún problema, deben consultar al oftalmólogo. Si no se les nota nada, deben ser revisados entre los 3-4 años, como tarde y si en su familia hay antecedentes de defectos refractivos, estrabismos… con mayor motivo y antes.

Son escasos los problemas que no puedan reconducirse si se detectan antes de esa edad.

Algunas veces no podemos conseguir una recuperación funcional total y a veces en problemas hereditarios como aniridia, nistagmus, enfermedades degenerativas, no vamos a conseguir resultados brillantes, pero el diagnóstico precoz y tomar las medidas adecuadas para conseguir el máximo rendimiento visual de estos niños, puede marcar la diferencia entre adultos que hagan carreras universitarias o cegueras funcionales.

Así que no cuesta nada traer a los pequeños de la casa a una revisión y quedarnos tranquilos. Además, gracias a un equipo de gente muy bien preparada, lo pasan bien, se divierten y quieren volver…

 

Dra. Begoña Ortiz de Zárate
Dpto. Oftalmología clínica y diagnóstico.